sábado, 4 de noviembre de 2017

Me estáis estresando

El tráfico, al igual que ocurre con el clima cuando te encuentras en el ascensor con un vecino, es un tema muy recurrente en las tertulias rabatíes entre compatriotas. Todo el mundo tiene alguna anécdota que contar, y por supuesto, en estos 4 meses que llevo aquí, yo ya tengo unas cuantas... así que creo que me dará mucho juego en más de un post.

Lo primero que hay que aclarar es que aquí todo es muy tranquilo, ellos se lo toman todo con mucha calma. Muchas veces me recuerda al anuncio aquel de Malibú en el que tras una discusión absurda entre Caribeños el conductor del autobús decía aquello de "¡me estás estresando!".


El otro día, en una "epicery", una tienda de comestibles de toda la vida, el hombre andaba tranquilo en sus cosas, comiendo uvas, no había nadie, así que tras el protocolario saludo, le pedí medio kilo de manzanas, unos plátanos... mientras le decía lo que quería, el hombre ni se inmutó, ni siquiera una mirada de reojo, allí siguió con la cabeza gacha a lo suyo, a sus uvas, como si yo no estuviese allí...

Desconcertado, me quedé allí mirando, sin saber qué hacer, preguntándome si aquel hombre, en chandal y con gorra, era el dependiente, o bien un amigo del dependiente o incluso alguien de la calle que se había colado en el mostrador y estaba hinchándose a comer lo que pillaba. Tras más de un minuto eterno en silencio, el hombre, terminó su rácimo, se limpió la boca con la manga del chándal, (justo como nuestras madres nos enseñaron a no hacer nunca) y sin mediar palabra, me puso el medio kilo de manzanas, unos cuantos plátanos y seguidamente me preguntó, "¿algo más?".

- "No hombre, vaya a ser que te estreses", pensé para mis adentros.  

Sin embargo, parece que todas esas prisas las dejan guardadas para el momento en que cogen el coche. Es entonces cuando uno no puede relajarse ni un segundo. Las líneas que separan los carriles, no son ni tan siquiera una referencia, son tan sólo un adorno. Recuerdo un día parado en un semáforo, en mi carril, disfrutando de la música de mis Bizarros (qué grandes son) cuando de pronto llega un coche a todo gas y se mete entre el coche del carril de al lado y el mío. "No cabe, no cabe, no cabeeeeee!", pensé, pero cupo. Rozando mi flamante carro, pero vaya si cupo. Yo no podía dejar de mirar espantado al conductor, y el hombre torció su cabeza hacia mí, observándome con un gesto de "¿qué te pasa, por qué me miras tanto? Si cabía perfectamente...".

Fue en esos primeros días cuando en otro semáforo, todos los coches que tengo detrás empezaron de repente a tocar el claxon. "Son las 8 de la mañana y yo también me levanto de mal humor para ir a currar, pero tranquilos", susurré para mí, mientras me cercioraba de que el semáforo seguía en rojo. Finalmente el semáforo se puso en verde y continué mi camino sin saber a qué se debía aquella pitorrada general.

Esa misma situación la viví varias veces, siempre extrañado y sin obtener respuesta, hasta que en una de esas ocasiones, me dio por fijarme en el Policía que dirigía el tráfico. Éste, al oír el sonido de las bocinas, hizo un gesto resignado mientras se dirigía a la acera de uno de los lados de la vía, tocó el lateral de un gran poste con su mano derecha... y !voilá!, el semáforo se puso verde.

Efectivamente, resulta que aquí, los semáforos se controlan manualmente, y los policías cambian del rojo al verde y viceversa en función del tráfico. Entonces lo entendí todo, los coches no me pitaban a mi, ¡pitaban al policía para que pusiese el semáforo en verde!

Ahora, después de 4 meses conduciendo a diario, cada vez que empiezan a pitar en un semáforo, miro al policía y le pongo voz, imaginándomelo en la Isla de Malibú y diciendo aquello de.. "me estáis estresandoooo"