jueves, 9 de agosto de 2018

Ya me voy

En el final de mi viaje
en el último trayecto
solo quiero de equipaje
el traje que llevo puesto.

Viajé como ganador sin éxito y sin fortuna
viví como un trovador, no me cabe duda alguna
pero de qué me sirvió el camino recorrido
por tabernas y burdeles si mi triunfo se quedará
entre cenizas y olvido, ingratitud de la vida
que cobras siempre al final.

Factura que te aniquila y te roba la moral
por eso al final del viaje
en el último trayecto
solo quiero de equipaje
el traje que llevo puesto.


Asensio es un español que llegó siendo casi un adolescente a Rabat con una guitarra bajo el brazo. Le invitaron a una serie de conciertos, ya que por aquel entonces el flamenquito y la rumba empezaban a tener éxito en Marruecos.

Aquellos días le dejaron tan buena sensación que decidió alargar la estancia, ya que en España la rumbita estaba demasiado manida con todos los Perets que salían de debajo de las piedras. Los años 70 estaban aún en pañales y en Marruecos encontró un éxito que en España se le negaba y una libertad que tampoco existía en la península. 

Rasgueaba y rasgueaba su guitarra, granjeando poco a poco de fama el garito en que tocaba, una simple pizzería donde la gente hacía cola para cenar y de paso disfrutar de Asensio y su guitarra. Tal fue la popularidad que empezó a adquirir aquel chaval que hasta la familia real acudía a verle. 

Han pasado muchos años desde entonces, pero Asensio sigue siendo un personaje particular. Quedo a comer con él en la misma Mamma, aquel restaurante que se petaba para verle cantar. Está algo cascado: "los excesos cobran peaje", me dice, pero mantiene su gracieta y desparpajo. 

De la familia real hubo un miembro particularmente que se prendó de su arte, el príncipe heredero Mohamed, un joven cuyas institutrices españolas le habían inoculado el arte y la cultura ibérica y entre ellas especialmente el flamenco. 

Hicieron buenas migas y Mohamed empezó a confiar en Asensio hasta el punto de llamarlo para que tocase en fiestas privadas que organizaba en Palacio. Asensio me cuenta sus peripecias, cómo a veces venían a buscarle miembros de la guardia real de madrugada y casi sin tiempo para coger su guitarra se presentaba en pijama, en mitad de una jarana palaciega para tocar lo mejor de su repertorio. 

Los años han pasado y ya ha perdido el contacto con el actual monarca. Así es la vida. Me cuenta que le ha dedicado canciones a Hassan II y al propio Mohamed VI, -puedes encontrarlas en Youtube-, y me narra su aventura cuando se presentó en el Palacio hace unos meses para regalarle al Rey un CD con las canciones. Desgraciadamente no tuvo el éxito que él esperaba y sólo recibió una mala contestación y varias horas de espera e interrogatorio, y eso a pesar de llevar varias fotos que atestiguan aquella amistad y de las que nunca se separa, me confiesa mientras me las enseña.

- Mi error fue nunca pedir nada. Tocaba para él siempre gratis. Nunca le pedí nada a cambio. No creo que él cayese en la cuenta o puede que incluso pensase que alguien del Palacio se encargaría de retribuirme, pero no fue así. 

En una de las fiestas, Asensio le dijo a Mohamed que aquel día era su cumpleaños y el Rey le obsequió con un cheque bastante generoso, fue la única vez que recibió dinero del Monarca, me dice mientras me muestra orgulloso una fotocopia del cheque firmado por el mismísimo Rey de Marruecos.

Pero Asensio no ha cambiado. Tiene una pensión española con la que sobrevive. Pero la vida no le ha tratado tan bien como él a ella. Adoptó un hijo hace tiempo y todo iba bien. Su hijo se enamoró de una madre soltera, se casó con ella y todo era felicidad, hasta que el cruel destino quiso torcer las cosas y su hijo falleció. 

Asensio hoy con su pensión se ha hecho cargo de su nuera, que no trabaja y adoptó al niño para que estuviese protegido legalmente, de forma que la pensión ya no le da para tanto como él quisiera.

- He tenido dos hijos sin ni siquiera quitarme el pijama. Me dice con una sonrisa escocida.

Al terminar de comer, despidiéndonos en la puerta, me señala una peluquería que hay enfrente y me cuenta indignado cómo le estafaron cuando fue con su propio bote de tinte y sólo les pidió que le tintasen el pelo. 

- ¡220 Dh (unos 20 Euros) por tintarme el pelo! ¡Pero si encima yo les llevaba el tinte!

Aquel pelo escandalosamente oxigenado no merecía ni la mitad de ese precio, pero dudo que Asensio fuese Asensio sin esos mechones. 

Al irme, me recita una poesía suya, con la que pretende despedirse de este ingrato mundo y que dibuja perfectamente su forma de ser y de sentir, "Ya me voy...", comienza a susurrar en alto mientras mira al infinito.