domingo, 3 de diciembre de 2017

Este Rabateo se lo debo a Zapatero

El día que uno deja España para irse a vivir a Marruecos, se toma una cerveza con sabor a despedida y mira por la calle a las mujeres que pasean, pensando que todo aquello no volverá a verlo en una temporada.
 
Realmente, Marruecos es el país de contrastes. Es cierto que el alcohol no es habitual, pero también lo es que no está prohibido y que no es difícil encontrar restaurantes donde te sirvan cerveza o vino, es más, tienen sus propias cervezas, elaboradas aquí, como Casablanca, a la cual yo ya soy un fiel aficionado.
 
Aunque es cierto que las mujeres ataviadas con vestidos largos y con el pelo cubierto por un pañuelo forman parte del paisaje urbanita de Rabat, también lo es que esas mujeres se intercalan y mezclan con otras mucho más "occidentalizadas", con frondosa melena al viento y faldas o vaqueros muy ceñidos.
 
Y sí, también hay pubs y discotecas. La juventud también tiene ganas de marcha, faltaría más, y al igual que en España, fuman, beben, ríen y bailan. Música altísima, luces de colores... todo te traslada a cualquier garito de la península si no fuese por un detalle. Aquí todo el mundo se sienta. Las mesas y sillas se mantienen, la gente se acomoda, y cuando le apetece, se levanta y se pone a bailar, allí de pie, junto a su mesa. Cuando se cansan, se sientan, dan un trago a la copa y siguen riendo y charlando. Como siempre digo, son muy prácticos, hay que reconocerlo.
 
Otro detalle curioso es que los rabatíes son bastante más bailones que los españoles, me refiero a los hombres... suena una canción que les gusta y de pronto, alzan la mirada, sonríen, y como un resorte se levantan, empiezan a dar palmas alegremente y dejan sus pies libres al son de la música, dándolo todo como si no hubiera un mañana.
 
Hace unos días, Marruecos se clasificó para jugar el Mundial de fútbol del próximo verano. Se jugaban la clasificación contra Costa de Marfil, y ganaron. Como es lógico y ocurre en la mayoría de los países del mundo, aquel día todo el país estaba pendiente del evento, camisetas marroquíes desde bien entrada la mañana, banderas por todos lados... y por fin, la noche del partido.
 
Yo vi el partido entre marroquíes, y como si fuese el España-Malta, fueron viniéndose arriba conforme metieron el primero y después el segundo gol. La clasificación era un hecho. Pero lo que más me llamó la atención fue que  nada más terminar el partido, no empezaron a cantar el "campeones campeones", ni se abrazaron mientras daban botes de alegría... en lugar de eso, empezaron a bailar, dando palmas, alrededor del salón.
 
El sábado pasado, cuando llegué a casa de madrugada, tras una copiosa cena seguida de unas copas en uno de esos pubs rabatíes donde la noche nunca termina, me sentí como aquel chaval de 20 años que volvía a casa agotado de bailar y algo bebido... y también por el olor que desprendía mi ropa, mi piel y mi pelo, porque aquí, está permitido fumar en los sitios públicos, y sinceramente, eso no lo echo de menos.
 
En esta ciudad, cada vez que un restaurante, a mitad de la comida, alguien enciende un cigarro y me empapa el humo, me acuerdo de ZP... y es que aquí, ahora y tan lejos, tengo que reconocer por fin, que algo bueno hizo Zapatero. ¡Menudo Rabateo!