jueves, 31 de agosto de 2017

Pon un cordero en tu vida

Mañana es la fiesta del córdero, el Aid K-bir, como dicen ellos. Es algo así como su día de Navidad, bueno la Navidad es más el día de Ramadán, porque comen dulces, y es más variado. Esto es más como el día de Acción de Gracias de los americanos, este día las calles están vacías, toda la familia se junta y comen cordero, pollo... y más cordero. 

Este día celebran que Dios (o Al-Lah) puso a prueba la fe de Abraham (o Ibrahim) y casi sacrifica a su propio hijo, Ismael, aunque acabó decapitando a un cordero, tal y como finalmente le ordenó. Y hoy, después de siglos y siglos, siguen recordándolo, siendo una fiesta consagrada en el calendario musulmán y también marroquí. 

El tema de encontrar un cordero vivo es fundamental, casi de vida y muerte y así, cualquier buen padre de familia que se precie de serlo tiene que llevar a su casa un buen bicho, ya que si no... bueno, creo que ni siquiera valoran esa posibilidad... eso sí, para evitar problemas, la tradición ha flexibilizado el requisito, y aunque la estrella del día es el cordero, también se admite una oveja, para aquellos que tienen el colesterol alto (así es, el gluten aún no ha llegado, pero el colesterol sí) e incluso una vaca, para aquellas familias cuantiosas o con mucha hambre.

Según me cuentan, por la mañana es hora de hacer el sacrificio, las calles se llenan de gente, los murmullos se entremezclan con los berridos y el suelo se tinta de la sangre de los animales degollados de forma ancestral. Un espectáculo digno de vivir para imbuirse en su cultura. Sin embargo, yo ese día no estaré, porque aprovecho que es festivo para volver a casa... ¡qué mejor forma que celebrar este día estando con mi familia, como hacen ellos! 

Aún así, los días previos también son interesantes, llama la atención la espontaneidad y pragmatismo de los marroquíes... si hay que comprar un cordero, pues se compra y luego ya pensaremos dónde lo metemos... y así, vas en coche, como yo ayer, y te encuentras en el semáforo un lechón balando en la ventanilla del coche  a tu lado. Fue tal mi sorpresa que no me dio tiempo a reaccionar, aunque sí pude "cazar" minutos más tarde otro turista de paseo...



También es curioso ver cómo los precios se encarecen estos días. Claro, si en el Aid K-bir se reúne toda la familia, comerán, beberán, también comprarán regalos... así que es momento de subir el precio a todo... me recordó a nuestros langostinos y nuestras uvas en Navidad... ¿veis? al final no somos tan distintos...

Como curiosidad, el otro día fui a un hipermercado a comprar un horno y me llamó la atención el tumulto de gente que había en una zona determinada...no buscaban televisiones ni lavadoras... eran los congeladores. Más tarde, uno de los vendedores, me explicó que en estas fechas nadie se arriesga a que su congelador no funcione y no poder ofrecer una buena fiesta, ¡su reputación está en juego! así que mucha gente estrena arcón, para meter vianda suficiente para dos días a "tutiplén" y por supuesto, cordero, que no puede faltar... 

Ni que decir tiene que el hombre me intentó encasquetar un congelador y casi lo consigue... pero como comentaré en mi próximo post... ya había aprendido de mi primer rabateo, y no, esta vez no consiguió que me llevase lo que él quería... ¿o sí? porque ahora que lo pienso, me vendió otro horno distinto al que yo iba buscando...

martes, 29 de agosto de 2017

Mi primer rabateo

Por fin llego a Rabat. Mi primer contacto fue en junio, bajé del avión en bermudas y camiseta y... ¡oh, sorpresa! una ligera brisilla hizo que la piel se me pusiese de gallina... Cojo el móvil y Google me lo confirma, Rabat no es un desierto a 50 grados a la sombra. Tiene un clima atlántico, parecido al canario, y aquel viento fresquito del atardecer se ha encargado de presentarme la ciudad.

Salimos del aeropuerto y pasamos varios controles policiales, rutinarios, me dice mi acompañante... pero nunca deja de acojonar ver a dos uniformados con metralletas entre sus manos... a todo esto, nada de dunas, caminos pedregosos ni camellos ¿o eran dromedarios?. Autovías rectas de dos carriles perfectamente asfaltadas coches de alta gama, mucho 4x4... Podría ser Alemania, me digo a mí mismo, si no fuera por las señales informativas correctamente escritas en árabe y francés.

Pero poco a poco me doy cuenta de la diferencia entre alemanes y marroquíes, el tipo de conducción, una conducción que deja poco margen a la relajación. Coches que adelantan por la izquierda, por la derecha, por el arcén o por donde pillan, ráfagas continuas de luces, que te hacen pensar que llevas las luces fundidas y te están avisando o que vas por el carril contrario. El claxon también suena a menudo... pues no, esto no es Alemania.

He llegado en pleno Ramadán, así que al llegar al hotel, aunque es tarde, noto el bullicio de la calle, todo el mundo acaba de despertar de su voluntario ayuno y vuelve a la vida aprovechando que pueden beber y comer... así hasta largas horas de la noche. 

Salgo a cenar algo y me meto en la primer sitio que pillo, no es plan de ponerme a andar de madrugada. Es una pizzería, pido una pizza y una Coca Cola Zero... de fondo suena música árabe... me traen la Coca Cola en un vaso, sin hielo. Le pregunto si me puede echar hielo y me mira extrañado. 

- "Glaçons?" Me repite dubitativo.
- "Oui oui, cubes de glace, s'il vous plait" le insisto educadamente. 

El chico se va... pasan los minutos y al final opto por beberme la Coca Cola mientras viene la comida. En ese momento comienza a sonar de fondo el Bamboleo de los Gipsy Kings y aparece el camarero con la pizza. "No hay hielo, pero tenemos música de España, ole" me dice el cachondo.

Bueno, los Gipsy son franceses y no españoles... y prefería la Coca Cola fresquita, pero oye, se agradece el detalle. Y así, esa noche me fui a la cama con mi primera lección aprendida sobre los marroquíes, mi primer rabateo: Los marroquíes siempre tratarán de agradarte, puede que no te den lo que querías o puede que en realidad te den lo que ellos querían, pero de una manera u otra, siempre tratarán de verte satisfecho y nunca les faltará una sonrisa para conseguirlo.