miércoles, 6 de septiembre de 2017

El chico de Armani

Era mi primer sábado en esta ciudad, sólo y sin mucho que hacer, me dispuse a realizar mi primera expedición por Rabat. 

Ignorante de mi, traté de "disfrazarme" para no llamar mucho la atención, vaqueros viejos, zapatillas y polo será perfecto, pensé para mi. Pronto me cercioraría de que, sin darnos cuenta, los extranjeros dejamos evidencias claras de nuestro origen sólo con nuestra presencia, no es ya tanto la ropa, sino la forma de andar, de gesticular o de reír.

Decidí iniciar mi periplo en la Kasbah de Udayas, uno de los barrios más pintorescos que puedes encontrar aquí. Es un barrio en lo alto de un acantilado, con unas vistas espectaculares del Océano Atlántico y que destaca por su originalidad, ya que son calles muy estrechas pintadas de blanco y azul, además de los preciosos jardines que hay junto a una mezquita.

Entraba yo tan tranquilo por la puerta principal cuando un chaval se me acerca y en un inglés cortado me dice que voy por el camino equivocado y que tengo que meterme por un pequeño callejón a la izquierda. El chico, que parece subvencionado por Armani, lleva camiseta ajustada amarilla, bermudas blancas y anchas y unas gafas de sol doradas de espejo que le cubrían media cara. Obviamente no le hago caso (algo desconfiado, no pensaba alejarme de la gente y meterme con él por un callejón por donde no se veía entrar a nadie). El caso es que insiste y le digo que no, y sigo mi camino. Mientras sigo andando pienso que quizás el chico sólo quería ayudarme, porque me fijo en que es cierto que todo el mundo viene en sentido contrario... de pronto, otro muchacho, de tez mucho más morena, en un francés poco inteligible, a voz en grito me recrimina mi trayecto y me vuelve a señalar el callejón que ya había dejado atrás. Le pregunto que si es obligatorio ir por ahí y me dice que sí y en ese momento, aparece el chico de Armani y me dice algo resignado que es lo único que trataba decirme él.

Finalmente cedo con una sonrisa y me dirijo por mi cuenta al callejón, doblo la esquina y me encuentro con la primera calle de ese maravilloso barrio. "Estaba equivocado con ellos, ¡malditos prejuicios!" pienso  para mi, mientras saco mi cámara y empiezo a hacer fotos.

Sigo andando unos metros y de pronto aparece con una gran sonrisa el más moreno de los chavales. Y con su endiablado francés empieza a contarme la historia del barrio... o algo así, porque sinceramente,no le entiendo una palabra... 

Calle tras calle, lo llevo a mi lado, señalando paredes y puertas, mezclando inglés, francés y alguna palabra que todavía no sé si era italiano o castellano, hasta que por fin salimos a los jardines. En ese momento, se despide de mi con el ya característico gesto de los golpes en el pecho... no había que ser muy listo para adivinar que esperaba la propina...

Como yo ya lo preveía, saco 5 Dirhams, el equivalente a 50 céntimos y le doy las gracias. Él se queda mirando la moneda y me dice que qué es eso, que le tengo que dar más... empezamos una pequeña discusión y en cuestión de segundos aparece el de Armani con dos amigos más, que se quedan escuchando el debate... algo amedrentado (o acojonado mejor dicho). Saco 20 Dirhams, que vienen a ser 2 Euros y se lo intento dar, y cuál es mi sorpresa cuando me dice que no, que le tengo que dar 30 euros. 

¿30€?! "Tu es fou, chaval!" le digo indignado. El caso es que finalmente y para evitar problemas acabo dándoles 10€. Y aunque sólo fuese por quedarme tranquilo, me doy la vuelta y les digo que no es justo y que son unos caraduras. En ese momento me coge del brazo el de las gafas doradas (mi corazón se pone a mil) y me dice que no me vaya así, que ellos son buenos, que sólo hacen su trabajo y que por qué piensa eso de ellos. Le vuelvo a explicar que su amigo ni siquiera habla francés, que no me he enterado de nada y que me han obligado a darle los 10€.

Me dice que vuelva con él, que va a hacer el recorrido conmigo otra vez, pero que no permite que me vaya descontento, que son buenas personas y que si quiero me enseña la ciudad entera gratis, "we are your friends, amigo amigo".

Finalmente, le di la mano y le ofrecí mi sonrisa más forzada. Y así, con mi cara de gilipollas me fui de allí, pensando en el primer rabateo y que, me parece, va a ser un mandamiento aquí: "Los marroquíes siempre tratarán de agradarte, puede que no te den lo que tú buscabas, o puede que en realidad te den lo que ellos querían, pero de una manera u otra siempre tratarán de verte satisfecho y nunca les faltará una sonrisa para conseguirlo".

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