lunes, 11 de junio de 2018

La suerte de Yousef, mi suerte y la tuya


A veces no todos los rabateos son buenos, tampoco son malos, simplemente la vida se te muestra como es y tú eres quien debe sacar las conclusiones y tratar de aprender de ellas.
 
Venía hoy de un fin de semana entre amigos, en mi querida España, disfrutando de todo de lo bueno que tiene la vida, al menos mi vida. Deporte, naturaleza, amistad, amor y alguna que otra cerveza. Cuando uno disfruta de días así, el cruce del estrecho se hace harto complicado, ya que el regreso se inunda de sentimientos contrapuestos. Por un lado, el buen sabor de boca que deja un trago de felicidad, pero por otro la sed que te ahoga cuando dejas todo aquello y vuelves a tu rutina, en otro país... ¡y en Ramadán!
 
Y así, todavía con el corazón partío, esta mañana ha irrumpido en mi despacho Youssef, un niño de 7 años español, aunque no sabe hablar español.
 
Su padre, marroquí, emigró hace años a España, sin otro fin que ganarse la vida trabajando. Tardó poco, pilló buena época y logró hacerse un hueco en el, ahora difícil, mundo de la construcción. Como albañil, consiguió ser jefe de obra, llegó la crisis pero él era bueno, honesto y currante, así que lo hicieron fijo y aguantó. Fue entonces cuando volvió a Marruecos, se casó con su novia, que aún lo esperaba y, ahora sí, juntos, regresaron a España. 
 
Unos meses después nació Youssef y seis años más tarde su hermanita. Todo les iba bien, saboreaban el  dulce trago de la felicidad.
 
Sin embargo, un día todo se torció, un infarto acabó con la vida del padre de Youssef y así, de un plomazo, todo se vino abajo. Su mujer, que no había trabajado nunca, se encontró sola, criando a un niño pequeño y a un bebé de meses, sin formación ni experiencia, sin poder desenvolverse en un país donde no tenía familia ni amigos, por lo que, entre lágrimas, decidió volver a Marruecos.
 
Pero en Marruecos la situación no es mucho mejor. La mamá de Youssef trata, sin suerte, de encontrar trabajo ya que sigue sin tener formación ni experiencia. La familia de su marido no quiere ayudarla y sus padres fallecieron hace tiempo. Sólo cuenta con una pequeña ayuda del Estado español, ya que su padre cotizó en España y Youssef y su hermana nacieron también allí.
 
Hoy he conocido a Youssef, no habla español, sólo sabe decir "hola", pero su sonrisa no hace falta traducirla porque es universal. Le pregunto si va al cole y él me enseña orgulloso su cartera llena de libros. Le doy un puñado de caramelos y él sólo coge dos. Me dice, disculpándose, que uno es para su hermana, que por eso coge dos.
 
Le pregunto que si le gusta el fútbol y su pecho se hincha, sus ojos relucen y me hace un gesto afirmativo.
 
- ¿Del Madrid o del Barca?
 
Esta vez la intérprete no tiene que  hablar. El me dice, ¡Barca Barca!
 
Me despido y me da un beso. Youssef se va, pero algo de él se queda conmigo. Me siento en mi despacho y vuelvo a pensar en mi fin de semana. Vuelvo a tener sentimientos encontrados, pero esta vez agradeciendo mi suerte y maldiciendo la de Youssef. Vuelvo a recordar su sonrisa y entonces algo de esperanza me embarga...
 
Saco muchas conclusiones de este Rabateo, pero como en la vida, que cada uno saque las suyas....

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