sábado, 7 de octubre de 2017

Españoleando por Rabat, que tampoco es poco

Hoy recomiendo esta canción mientras lees esto...
 
 
 
Hace unos días, en un ataque de jamonitis, un amigo español me invitó a conocer un restaurante donde me prometía que me iba a sentir como en casa. "Les trois no se qué", me dijo. Mal empezamos, con nombre francés... pensé para mis adentros.
 
Y allá que nos fuimos, un sábado por la mañana, a una hora temprana, a españolear por Rabat. En primera línea de playa, con un sol radiante y unos 26 grados, nos metimos en un chiringuito, con la Flaca de Pau Donés de fondo y en el que en pocos segundos, te daba la sensación de estar en cualquier cala de Málaga disfrutando de su brisa.
 
Las pizarras negras enseñando las raciones y tapas, gambitas al pil pil, sardinas... todo como siempre, aunque tengo que reconocer que los pillé en un renuncio, la cerveza... esa manía que tienen aquí de no poner las bebidas frías... (la coca cola sin hielo, el agua del tiempo...) y así, la cerveza está algo fría, pero no helada. No obstante, como ellos son así y encuentran solución a todo, rápidamente llegamos a un arreglo con una jarras congeladas que hicieron que la temperatura del líquido elemento disminuyese y que la San Miguel supiese mucho más española.
 
Tras más de dos horas degustando (en el más amplio sentido de la palabra) todo tipo de españoladas, salió el cocinero, verdadero artífice de aquel chiringuito con sabor español, a tomarse una cerveza con nosotros, ya que conocía bastante a mi amigo.
 
 
 
Y así conocí a Mikel y su interesante historia. La de un español que hace 5 años la crisis y la vida lo atropellaron y se vio en el paro, separado, sin dinero y sin esa vida... así que por consejo de un amigo, decidió coger una tartana de coche, 1.000€ en metálico que consiguió reunir y un pasaporte con el que pasar la frontera. Sin permiso de trabajo, sin familiares y sin enchufes a los que acudir, así se presentó en Rabat dispuesto a comenzar de nuevo.
 
Allí nos cuenta entre risas, ataviado con su camisa de chef, con su nombre bordado en el pecho y la bandera de España también bordada en el cuello, cómo las primeras semanas dormía en el coche para no gastarse el dinero, porque no sabía cuánto tiempo iba a tener que estar así... y cómo se dedicaba a ir buscando trabajo como cocinero por todos los restaurantes sin saber el idioma local y chapurreando tan sólo el francés.
 
"Cuando me entrevistaban para conseguir un trabajo, decía, déjame en la cocina y ya verás, y me ponían cara rara... hasta que por fin un loco me dijo, venga, entra y me lo demuestras y desde entonces no he dejado de trabajar ni un sólo día", nos decía jocoso.
 
Hoy su restaurante es de lo mejorcito y con más reputación de Rabat, y Mikel, casado de nuevo y totalmente adaptado a esta tierra, nos comenta sus futuros planes de montar otro Restaurante en el centro... "es que quiero un Mercedes más grande del que tengo", bromea sin perder por un momento la sonrisa. "Aunque mi mujer me va a echar de casa, porque eso supondrá trabajar 16 horas al día, en lugar de 12 como ahora..."
 
Me cuenta mi amigo que la Embajada tuvo que echarle una mano, ya que vino como un turista más y no podía trabajar. Y que aunque ahora se ríe y le quite importancia, sus comienzos fueron más duros de lo que él deja entrever.
 
Y así, esta vez fue un español el que me enseñó un nuevo Rabateo, ese que todos hemos oído miles de veces, pero que sólo cuando le pones nombres y apellidos, lo aprecias realmente. Que el éxito no llega sólo ni tampoco por fortuna, que cuando uno toca fondo, tiene que saber reinventarse y no dejar de luchar, y que las quejas, los lloros o las rabietas no te van a ayudar, ya que sólo con trabajo puede uno cumplir sus metas, porque como decía Thomas Jefferson "Yo creo mucho en la suerte, y he descubierto que cuanto más trabajo, más suerte tengo".

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